Por Sergio Garrido Hernández:
El martes cobra un significado especial si me refiero a hoy, este martes. El martes previo a la salida de mi Hermandad del Rocío. Como siempre y muy propio de mí, dejo las cosas para última hora. Hoy me toca preparar absolutamente todo. Sacar la tienda de campaña, el saco, y todo lo necesario para hacer la noche en Pino Cáceres. Una vez consigo reunir todo lo que guardé del año anterior, lo llevo al coche de apoyo de los peregrinos para dejar los enseres allí junto con las cosas de los demás peregrinos.
Claro, solo he preparado la tienda, saco y demás, pero ahora toca preparar lo necesario para el camino de un peregrino. Medio botiquín en la mochila: tiritas de todos los tamaños, cremas de todo tipo, protector solar, pastillas, vendas, toallitas, unos bocadillos, agua y algunas gomitas con azúcar, de lo que al final termino usando un par de cosas. Saco y plancho la camiseta más especial que tengo en mi ropero, guardada en un rincón exclusivamente para el camino. Pantalones, calcetines, deportes, sombrero y vara. Creo que no me falta nada pero seguro que pienso que se me olvida algo. Pues bien, creo que ya tengo todo preparado, así que me ducho y me arreglo para ir a la Misa de Romeros. Corriendo como siempre porque llego tarde y acabo de preparar todo a última hora.
Al fin llego a la capilla donde ya hay mucha gente, y obviamente me he quedado sin sitio para sentarme, así que la misa, de pie. Ya durante la misa me empiezan a recorrer los nervios por el cuerpo, aunque los sé disimular muy bien. Se respira un ambiente especial durante la misa.
Una vez acaba la misa, nos preparamos y nos colocamos para el rezo del Rosario por las calles del pueblo hasta la casa de la Hermana Mayor. Las calles reciben a nuestro Simpecado con alegría y decoradas para la ocasión. Al llegar a la casa de la Hermana Mayor, son momentos muy emotivos y cargados de felicidad. El coro canta unas nuevas sevillanas, se reza y se dan vivas a nuestro Simpecado. El Simpecado pasa la noche más especial del año, cobijado y protegido en la casa de la Hermana Mayor, vaya privilegio más bonito. Después de una larga tarde, voy para casa aún más nervioso. Antes de acostarme, dejo mi ropa y mi medalla a mi lado. Me espera una noche donde apenas pego ojo, pero me espera un día aún más bonito.
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